Familia Ruz Oliva (Laudio). Acogen a un niño de Bielorrusia

“Vivir en un orfanato es duro y complicado para un niño pequeño”

La familia Ruz Oliva está compuesta por cuatro miembros y el aitite que viene a casa  todos los días:  Txema, María, Gaizka (14 años), Dima (10 años) y Agustin,  el aitite.

En 2014 contactamos con Bikarte después de llevar un  tiempo apadrinando a varios niños de Sudamérica. Conocíamos a algunas familias de la localidad que ya acogían y nos había contado su experiencia.

Al principio cuando comentas a algún familiar lo que piensas hacer, te intentan quitar  las ganas: ¿cómo vas a meter en tu casa a un extraño?, que luego dan problemas, que vienen con mochila, etc…;  otros te animaban, pero al final nuestra opinión es la que ha prevalecido.  Ahora están encantados y nosotros más. Menos mal que no les hicimos caso.

En el verano de 2014 , vino Dima por primera vez. Se pasó casi toda la noche llorando. Era pequeño: tenía 7 años.  Pero bueno, fueron pasando los días y poco a poco fue aprendiendo el castellano y todos nos fuimos adaptando unos a otros.

Dima es muy sociable, da igual donde vayamos, enseguida todo el mundo le conoce. Todos los días sale a jugar con nuestro hijo Gaizka y sus amigos al campo de futbol, se lleva muy bien con todos. O coge la bicicleta. Últimamente le ha dado por la magia.

Allí en Bielorrusia vive en un orfanato: es duro y complicado para un niño pequeño como él.

“le gusta acurrucarse en el sofá con nosotros”

Nuestras familias le tratan como uno más y él también: les llama tíos, aitites, primos, etc,.. le quieren mucho. Es un niño muy cariñoso, a veces dice que quiere ser un bebé,  le gusta dar besos y que se los den,  es muy alegre, le gusta acurrucarse en el sofá con nosotros,… es una “pasada”. Y si le dices que va a dormir con ama,  fiesta mayor

A las personas que tengan dudas, les animamos a acoger:  es una experiencia  muy buena para toda la familia. Algunos ponen la excusa de que luego se tienen que ir, pero  no hay que pensar tanto,  en esta sociedad hay muchos niños que necesitan ayuda y si cada uno de nosotros  podemos ayudar   eso que se logra. También hay que pensar en el niño no en nosotros, el tiempo que están aquí, les viene bien por el tema de salud y también para que vean, que se puede vivir de otra manera,  que hay alguien que se preocupa por ellos, que les quiere y se interesa si están bien o mal. Una vivencia que les valdrá como personas cuando  sean mayores .

A la hora de comer no tiene ningún problema, hay cosas que nunca había probado y ahora le encantan. La fruta es su pasión, se puede comer  11 mandarinas de una sentada y las sandias se las come con cuchara, las deja peladas.   Al principio se ponía la fruta en fila delante del plato de comida, por si se la quitaban.    Cuando vio  que la fruta nunca faltaba lo dejó de hacer. Está todo el día yendo al frutero, es una pasada la fruta que puede comer. Y los helados.

Este verano  quería que le pintara el pelo moreno, para que la gente no pregunte y crean que es de aquí. Es que muchas veces las personas adultas  hacen algunos comentarios delante de ellos y creen que no se enteran, o que no tienen sentimientos. Dima lo pilla al vuelo.

Todos los días nos acordamos de él

Cuando se va es duro, pero lo planteamos  como si estuviera estudiando fuera.A él también le decimos  que se tiene que ir porque tiene que estudiar para poder tener un buen trabajo .Todos los días nos acordamos de él , siempre comentamos alguna cosa o hablamos por teléfono o por skype,  así no parece que esté tan lejos y se hace más amena la espera. También nos suele  mandar fotos para que veamos lo que hace allí.

Hay días que te lo comerías,  y otros le montarías en el avión,  como pasa con los hijos biológicos, pero ganan los días  buenos,  la carita que pone cuando le secas después de la ducha, le das un abrazo,  le llevas a comprar una zapatillas , o le pides una bebida…

Son niños que necesitan mucho cariño y paciencia.